Aclaremos lo obvio, porque en moda no se puede dar casi nada por sentado:
la barrera de los 50 años llega para algunas a los 40 y, para otras, jamás terminar de aparecer. De hecho, no estamos hablando de cruzar una frontera que obliga a reconsiderar o limitar el estilo, al contrario. Por cumplir 50 nos referimos a cuestiones más sustanciales: a cómo la madurez que permite al fin entenderse y quererse traspasa a
nuestra manera de vestir.
Tras
la frontera que simbolizan los 50 años damos por sentado que conocemos nuestro cuerpo, entendemos la silueta propia y la abrazamos como tal. Por tanto, lo de vestirse para tapar, disimular, estilizar, alargar o provocar cualquier otro efecto óptico ya no importa tanto. ¿
Qué buscamos al dedicar un tiempo extra al vestir? Interesar.
«Me gustaría que las mujeres maduras llevaran más color, estampados y diseño», opina en ‘Town & Country’
Andrew Gelwicks, fresquísimo estilista neoyorquino que triunfó en ‘Teen Vogue’ para pasar directamente a vestir a Bette Middler, Susan Sarandon,
Sarah Jessica Parker o Taylor Schilling. «Creo que muchas creen que deben desaparecer y bajar el tono de su vestimenta, y eso no es verdad».
La pregunta fundamental sería, entonces, ¿
cómo lograr un look interesante? Y, también, ¿cuánto tiempo y esfuerzo deseamos dedicarle al vestir? Porque también ocurre más allá de los 50 que la moda deja de ser una prioridad, porque la exigencia social sobre el aspecto de las mujeres maduras es menor, y porque los intereses y deseos cambian. ¿Se puede vestir bien dedicándole al asunto un tiempo mínimo?
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1. Radicalizar el estilo
La primera gran decisión que se puede tomar al alcanzar la madurez de estilo es radicalizarlo: nada comunica mejor la seguridad en una misma que el abandono de las medias tintas en el vestir. A los 50 años, se entiende lograda la libertad de manifestarse abiertamente, sin temor a ser juzgada. Esto implica
abrazar todos los maximalismos: accesorios enormes o mínimos; looks monocromáticos o una loca mezcla de estampados; minimalismo estricto o abigarrada acumulación de capas, colores y complementos.
«Las mujeres que ya han cumplido 50 se conocen perfectamente y tienden a ser muy fieles a su estilo y prendas favoritas», explica también en ‘Town & Country’ Negar Ali Kline, una de las estilistas más respetadas de la industria con más de 20 años de experiencia en revistas, cine, televisión y con famosas como Naomi Watts, Jessica Lange o Maya Rudolph. «No hay razón por la que no puedan ser más audaces y probar cosas nuevas.
La edad no debe ser una limitación».
Es el momento de asumir
prendas, accesorios o estilos como marca de la propia identidad: unas canas estratégicamente colocadas, una melena plateada o un corte de pelo característico; llevar exclusivamente zapatillas de deporte, versátiles mocasines o ‘ugly shoes’; lucir determinadas gorras o sombreros; explorar todas las posibilidades de la camisa masculina; apostar por unas gafas con personalidad.
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2. Contra la carga mental, uniforme
Una de las posibilidades de la radicalización del estilo alivia a quien vive la moda como una carga mental. Si la tarea de vestirse cada día no resulta placentera, si no compensa de ninguna manera el tiempo y el esfuerzo que supone, lo mejor es apostar por el uniforme. Después de los 50, recurrir al uniforme,
vestir todos los días de la misma forma (o casi de la misma forma) puede ser tan efectivo como hacer justo lo contrario.
Vestir de manera uniforme, con una fórmula fija o un repertorio tasado, puede leerse como una invitación a juzgar no tanto por lo que se ve, sino por lo que se hace, se dice o se piensa. Esto es: conviene aderezar el uniforme con actitud y personalidad. Pero lo importante es que orquestar y mantener un armario alrededor de la idea del uniforme es sencillo. Basta
elegir diez prendas clásicas, de la mejor calidad posible y combinables entre sí: camisa y camiseta, chaleco y americana, pantalón y falda, abrigo o parka y cárdigan, sudadera y vaqueros. Con este armario mínimo ya se puede superar la semana laboral.
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3. Aumentar número e intensidad de los accesorios
El objetivo de radicalizar el estilo, incluso de optar por un vestir uniformado, es lograr un look interesante o, mejor aún, intrigante. Una tercera vía para conseguirlo es
aumentar el número de accesorios y, sobre todo, su intensidad. No solo porque capturan la atención que se vuelve tan cara a las mujeres maduras, sino porque
conducen la mirada exactamente a donde queremos.
«Los accesorios son, ante todo, divertidos. Evidentemente, poseen una funcionalidad, pero su valor está en su poder para transformar cualquier look, incluso el más uniformado», explica Andrew Gelwicks. «Vemos en pasarela cómo muchos diseñadores juegan al juego del tamaño con bolsos enormes o, al contrario, minúsculos.
El objetivo es que no pasen inadvertidos. Cualquier mujer con uno de esos bolsos demanda atención».
Las
gafas de sol han de convertirse en las mejores amigas, y no solo porque protegen unos ojos que han de tratarse ya con delicadeza. Actualizan cualquier look, nos invitan a no maquillarnos (otro alivio para la piel) y añaden divertimento o sofisticación con poca inversión. Pensemos también en usar jerséis como bufandas, blazers como cinturones o gorras con visera. Sí a colgantes, broches, pendientes y pulseras. Todo suma.
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4. Arriesgar con estampados, color y texturas
Otra manera interesante de resultar interesante es
divertirse, una cualidad del carácter que puede resultar tan atractiva como la belleza. Después de los 50, es fácil que ya tengas en el armario un traje pantalón de corte impecable negro, azul marino o de raya diplomática. Es la hora de sumar un combo rojo, rosa, verde, apostar por un patrón distinto al clásico (oversize, por ejemplo) o por un estampado llamativo.
No te preocupes si tus últimas compras consisten en prendas con mucha personalidad y, supuestamente, difíciles de combinar. Lo último que quieres es perder el tiempo con básicos, a no ser que hayas optado de manera consistente por el recurso al uniforme. Procura que tus looks básicos incluyan al menos tres colores, contando con los accesorios.
Aprender a combinar colores difíciles o estampados muy saturados (rayas con cuadros, por ejemplo) te será de mucha utilidad. Arriésgate, también, con las texturas, teniendo en cuenta que los opuestos se atraen. Por ejemplo, lo satinado y la lana.
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5. Usar inteligentemente las tendencias
Cada temporada, las pasarelas proponen una chaqueta clave, una silueta de pantalones favorita y ciertas prendas que se identifican inmediatamente con la tendencia. Trata de hacerte con ellas en tus marcas accesibles de confianza, si no vas a recurrir a ellas más allá de cinco o seis meses. Invierte lo mínimo en la bomber oversize, el vaquero cargo, el pantalón plateado o la camiseta inspiración fútbol. Para todo lo demás, explora las marcas de precio intermedio:
hay vida más allá de Zara.
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6. Ante la duda, denim
Si existe un tejido que interesa más allá de los 50 es el denim, aunque utilizado no como el material humilde que es, sino
como si fuera el textil más lujoso. El total look vaquero funciona con accesorios extraordinarios. Las prendas vaqueras que incluyen innovaciones en el patrón o está deconstruidas pueden salvar el look más anodino. Si optamos por prendas vaqueras clásicas, pueden elevarse inmediatamente si las mezclamos con las piezas más sobrinas del estilo oficina: camisas blancas, faldas de tubo, raya diplomática.
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7. Un look, dos estilos
Para asegurar un look que vaya algo más allá de lo correcto, lo más complicado y divertido pasa por combinar
dos estilos contrastados en un mismo atuendo. Introducir una prenda deportiva inesperada suele funcionar, ya sea un pantalón paracaidista o unas zapatillas de deporte. Lo mismo ocurre con los vestidos románticos y las botas de motorista o las blazers masculinas con los vestidos de flores.
«
Carolina Herrera ha convertido en una de sus señas de identidad la inesperada combinación de camisa masculina blanca, la más básica, con una lujosa falda de vuelo», recuerda Negar Ali Kline. «No puede ser más chic. Dar con este tipo de combinaciones sorpresa que funcionan tan bien juntas es fantástico».
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